Para nosotros esta persona era Lorenzo Ayuso. Fue un enólogo apasionado en una zona donde las cooperativas poco a poco habían ido sustituyendo la vinificación a nivel doméstico pero donde el típico “Clarete” (vino ligero) seguía siendo el producto final. A veces, cuando el dinero escasea, como solía ser el caso de las cooperativas, el pensamiento alternativo es imprescindible, y en eso Lorenzo era un experto. El objetivo de cualquier enólogo es conseguir el máximo color y el mejor sabor con los medios disponibles no solo técnicamente sino también en lo que concierne a la materia prima. Es una combinación de enología y enología, y Lorenzo fue la personificación de eso. Si no estaba midiendo el pH o los volátiles, estaba ocupado en su huerto de frutas y verduras, y todo lo que descubría lo intentaba aplicar
Lorenzo tenía claro que la Ribera del Duero tenía un gran potencial no solo por la calidad de sus uvas y sus vinos sino también culturalmente. Es raro encontrar dentro de la generación mayor a alguien que no haya tenido pan bañado en vino, muy conocida también es la fiesta de la Vendimia y que “el día de Pilar” (12 de oct.) es cuando se realiza la vendimia. Los bodegueros de la zona unieron fuerzas para fomentar la venta y la fama de sus vinos, y fundaron la D.O. Ribera del Duero, siendo Lorenzo uno de los impulsores.
Juan Ayuso, hijo de Lorenzo, ha seguido los pasos de su padre. Habiendo sido amamantado por el vino, en un sentido simbólico, su comprensión del vino es grande y su entusiasmo no es menor que la de su padre. Con el paso de los años y quizás gracias al esfuerzo de la D.O. Ribera del Duero, los vinos de la zona han alcanzado un mayor reconocimiento, algunas cooperativas han desaparecido y muchas bodegas privadas han visto la luz. Según Juan el desarrollo también ha cambiado la enología, donde su padre tenía que ser innovador. Juan opina que la enología hoy en día es más preventiva más aún cuando se trabaja con vinos ecológicos como Cantaburros. Para ser un enólogo de la nueva generación se necesitan habilidades diplomáticas, como dice Juan: «Yo soy simplemente quien guía al bodeguero». Cada vino tiene su propia identidad y cada viñedo también, cada bodega tiene diferentes medios y también diferentes metas, y dentro de esos parámetros Juan busca lograr el mejor producto posible.
Para Cantaburros la ayuda de Juan es inestimable y aunque llegar a un consenso a veces implica discusiones acaloradas y una gran cantidad de catas, los resultados; nuestros vinos, hablan por sí mismos.